Finalmente, cuando la bestia había ya destruido el mundo que supe conocer, comprendí que era muy tarde para detener su voracidad.
El colosal engendro que ahora se encontraba frente a mí, abrasándome con su mirada de mil infiernos, se nutría del odio albergado en mi corazón, y yo lo había alimentado durante demasiado tiempo.
Y ahora venía a finalizar su misión, a llevar a cabo la razón de su existencia. Ahora venía a destruirme a mí.
Me gustó mucho este cuento breve. Me da también ánimo para luchar, en lo poco que puedo hacer, con tantas bestias que quieren destruir nuestro bello mundo. Felicitaciones.
Raúl
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Muchas gracias Raúl, como siempre, tus comentarios son un amable incentivo a seguir escribiendo y explorando este bello mundo de crear y compartir relatos.
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